La ceguera de género en las encuestas mexicanas sobre discriminación hacia a las personas inmigrantes
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“al no incorporar una perspectiva de género en los cuestionarios, retratan una realidad equivocada.” pág. 181 Si bien la autora señala que la falta de incorporación de la perspectiva de género en los instrumentos de medición conduce a que los cuestionarios de las encuestas sobre migración y discriminación produzcan datos incompletos. Esto quiere decir, que, los resultados no reflejan diferencias sistemáticas entre hombres y mujeres migrantes, lo que a su vez limita la capacidad de conocer plenamente las dinámicas de discriminación basada en género dentro del fenómeno migratorio. En pocas palabras, si las encuestas no preguntan ¿Eres hombre o mujer migrante? o ¿Cómo afecta tu género tu experiencia migratoria?, entonces pasan por alto que las mujeres migrantes podrían estar viviendo discriminaciones distintas o adicionales. Es como si miráramos sólo la parte visible del iceberg y creyéramos que todo lo que importa está ahí arriba.
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“no se considera la manera en que el género interseca con otras formas de desigualdad, como la nacionalidad o la clase social.” pág. 180 El texto resalta que la ceguera de género no sólo ignora las diferencias entre hombres y mujeres, sino que también desconoce la interseccionalidad. Es decir, el género se cruza con otros factores estructurales (como clase, etnicidad o estatus migratorio) que agravan las condiciones de vulnerabilidad. Su omisión impide comprender cómo las mujeres migrantes enfrentan formas múltiples y simultáneas de discriminación. Esto me parece clave, porque no todas las mujeres migrantes viven lo mismo, pues no es igual una mujer centroamericana pobre que una extranjera con más recursos. Ignorar esas diferencias es como decir que la discriminación afecta a todos igual, y eso borra las desigualdades que más pesan en la vida real.
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“la de un país al que sólo llegan y por el que sólo transita una migración masculina.” pág. 180 Ahora bien, al describir el efecto de la “ceguera de género”, la autora observa que las encuestas reproducen un imaginario migratorio masculinizado, ya que, se asume implícitamente que la migración es mayoritariamente masculina. Esta visión sesgada impide reconocer la presencia, la situación y las necesidades específicas de las mujeres migrantes, reproduciendo una invisibilidad de género en los datos y, por ende, en las políticas públicas que podrían derivar de esos datos. Me hace pensar que muchas veces cuando escuchamos la palabra “los migrantes”, quizás pensamos automáticamente en hombres jóvenes. Pero, ¿Qué pasa con las mujeres que migran solas o en contexto familiar? Si los instrumentos no lo captan, es como si ni siquiera estuvieran consideradas. Y eso tiene consecuencias porque si no se mide, no se visibiliza, y si no se visibiliza, difícilmente se atiende.