En este sentido, la religiosidad popular es transversal a las diferentes manifestaciones religiosas y mantiene un hilo practicado (no imaginado) con la memoria, pero también permite que la tradición se actualice permanentemente, e incluso que no sea una oposición para transitar hacia la posmodernidad, de manera de construir sus propios accesos periféricos a la modernidad, así como para generar críticas, pero sobre todo, estéticas decoloniales. Se advierte entonces que al no estar sujeta a las normas eclesiales, la religiosidad popular brinda rangos de libertad para la autogestión y su constante resignificación y resimbolización
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