Sin embargo, esta función de faro moral ha sido reemplazada por otras formas de participación, como la opinión pública a través de redes en internet y la tecnocracia en la administración pública. Es decir, el papel de las humanidades como lugar de la domesticación del hombre, como crianza del poder, se encuentra en duda. Las tecnologías digitales juegan un papel escencial en esta transformación, pues es la comunicación en red, el many-to-many de internet, el que en buena medida desdibuja la autoridad moral humanística y su lugar de guardapuertas de la cultura; los propios usuarios, prosumidores o productores-consumidores, pueden hacer y divulgar interpretaciones del mundo de forma descentralizada63Henry Jenkins, Confronting the Challenges of Participatory Culture: Media Education for the 21st Century (Cambridge, MA: The MIT Press, 2009)., y las figuras autoritativas humanistas, ligadas fuertemente a viejos medios de comunicación o a instituciones monolíticas, pierden saliencia en medio de la saturación mediática.
También están los discursos post-humanistas que no recurren a lo humano, ni al "hombre" como centro de lo discursivo, y las llamadas "nuevas materialidades" que cuestionan lo textual o la lectoescrita como el elemento discursivo por omisión, con sus fuertes tendencias academicistas.