tanto por la promesa de velocidad y volumen de las tecnologías computacionales y su inserción en la investigación y las grandes instituciones humanísticas, como por el profundo enraizamiento de estas tecnologías en las vidas cotidianas y en la construcción de la cultura humana.
O quizás unas nuevas post-humanidades digitales que se cuestionen tanto el gigantismo de los datos y las tecnlogías computacionales, como el de las grandes instituciones humanísticas, revelando el valor de lo pequeño, lo conexo, lo convivencial y comunitario.