En otros términos, insiste en que solo quienes tienen lenguaje son agentes de su propia voluntad y por lo tanto pueden actuar realmente en el mundo, pueden ser mundanos. El humanismo, justamente, defiende a la lectoescritura como una habilidad especializada o como una ocupación del tiempo libre de quien cuenta con ocio y voz pública, y al conocimiento como una forma de asegurar la participación ciudadana de las élites.
Esto de por sí, coloca al humano en ese lugar privilegiado que se critica recientemente y la idea del resto (lo animal, lo vejetal) sin voluntad propia y, por tanto, sujeto a la voluntad humana.
Otras tradiciones autóctonas del continente, antes de la conquista, no se paran en ese lugar.