Mas los árboles no son “árboles” hasta que se los nombra y contempla, y nunca se los designó así hasta que hubo aquellos que desplegaron el intrincado aliento del lenguaje, débil eco y borrosa imagen del mundo,
Acá aparece el lenguaje como generador del mundo. Además de ejercer el poder del lenguaje en la realidad y crear esa gramática mítica que refiere Tolkien necesaria para la subcreación.